Nacida del fuego by Nora Roberts

Nacida del fuego by Nora Roberts

autor:Nora Roberts [Roberts, Nora]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 11

Fue una vaca lo que la despertó. Sus grandes y acuosos ojos examinaron el bulto durmiente acurrucado entre el pasto. Como las vacas no piensan mucho, salvo en comer y que las ordeñen, ésta en particular sólo olisqueó a Maggie en la cara un par de veces, mugió y luego se dedicó a pastar a su lado.

—Dios, ten piedad de mí. ¿Qué es ese ruido?

Con la cabeza, retumbándole como un enorme tambor de orquesta, Maggie se volvió hacia un lado y se tropezó con una de las patas delanteras de la vaca; entonces abrió los ojos, que tenía legañosos y enrojecidos.

—¡Dios santo!

El grito de Maggie reverberó dentro de su cabeza como un gong, y tuvo que llevarse las manos a las orejas, porque sintió como si le fueran a explotar. La vaca, estupefacta como ella misma, mugió y entornó los ojos.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Sosteniéndose firmemente la cabeza, logró arrodillarse—. ¿Qué estoy haciendo yo aquí? —Como había quedado a la altura de la cabeza de la vaca, se miraron a los ojos la una a la otra con incredulidad—. He debido de quedarme dormida, ay. —Como defensa contra la terrible resaca, se llevó las manos de las orejas a los ojos—. Ay, la penitencia por tomarme un trago de más. Tan sólo me voy a sentar un momento aquí, si no te importa, mientras reúno fuerzas para levantarme.

Después de entornar los ojos nuevamente, la vaca siguió pastando.

La mañana estaba clara y tibia, llena de sonidos. Dentro de la cabeza dolorida de Maggie retumbaban el zumbido de un tractor, el ladrido de los perros y el canto de los pájaros. La boca le sabía como si hubiera comido carbón y tenía la ropa empapada por el rocío de la mañana.

—Pues está muy bien pasar la noche a la intemperie como un vagabundo borracho.

Finalmente pudo levantarse, se tambaleó una vez y se quejó. La vaca movió la cola, como demostrando compasión. Maggie se desperezó con cuidado y cuando dejaron de crujirle los huesos, estiró el resto del cuerpo para librarse del entumecimiento y echó una mirada alrededor por el campo.

Más vacas que no tenían ningún interés en su visitante humana, sólo pastaban. En el terreno contiguo se veía el círculo de piedras tan antiguas como el aire que los locales llamaban Druid's Mark. Se acordó entonces de haberle deseado buenas noches a Murphy y haberse dirigido al campo, bajo la luna, con la canción de su amigo rondándole en la cabeza. Y los sueños que había tenido al dormir bajo la luz plateada la asaltaron de nuevo, tan vívidamente, tan impactantes, que olvidó que le dolía la cabeza y que tenía agarrotadas las articulaciones.

La luna, resplandeciente de luz, palpitaba como un corazón, inundando el cielo y la tierra con una fría luz blanca. Luego se había incendiado, estaba caliente como una antorcha hasta que llovió colores, sangró azules, rojos y dorados tan hermosos que, incluso estando dormida, la hicieron llorar.

Entonces Maggie se había puesto de pie y se había estirado hacia arriba y más arriba y más, hasta que había podido tocar la luna.



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